Vicente Chico: «La ambición de volver a estar en la élite se tiene un poco olvidada»

Vicente Chico Castaño, natural de Sax, lleva una dilatada carrera en el mundo del baloncesto. Su historia es como la de muchos otros que descubren el baloncesto por casualidad, se convierten en jugadores y después les sigue picando el gusanillo y se hacen entrenadores. Nos citamos en la Cala de Finestrat, y junto con un tinto de verano y una caña, nos permitió que le conociéramos un poco más.

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¿Por qué en la Cala de Finestrat? ¿Por qué aquí?

Porque es un rincón especial para mí y para muchos de los amigos. Aquí han comenzado y finalizado muchas cosas: terminar trabajos, empezar vacaciones, empezar a preparar pretemporadas, mucho deporte, mucho voleibol, mucha noche de fiesta, también… Muchos pequeños detalles que hacen que un rincón que era muy especial se haya devaluado un poco debido a todo lo que se ha construido aquí, pero que siempre consigues encontrar un hueco para desconectar de todo.

Me sorprende lo del voleibol.

En realidad era una excusa para obligarnos a bajar a la playa, para juntarnos todos los amigos. Nos bajábamos sobre las cuatro y media o cinco y había días que a las diez de la noche todavía estábamos jugando. Solíamos juntarnos suficientes personas como para formar tres equipos: los que vivían aquí, los que jugaban de verdad a voleibol y los “aficionadillos” como yo; pero había ambiente competitivo, eran muchas horas, mucho sol y sin cambios, y lo mismo nos daba que fuera cuatro contra cuatro que incluso dos contra dos. Ahora, casi siempre terminábamos tomándonos unas cañas con sepia o algo así en el bar de uno de los amigos.

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Toquemos ahora un poco el tema del baloncesto, más concretamente en el Club Baloncesto Elda. Vas a comenzar la tercera temporada en el C.B. Elda, ¿cómo evaluarías estas dos últimas temporadas? Porque, por lo que hablamos a final de la temporada pasada, no estabas para nada convencido de que fueras a continuar un año más.

El primer año fue una temporada de adaptación muy bestia, yo venía del baloncesto masculino, de estar cinco años en mi club de toda la vida, el C.B. Sax, y llegando a conocer muy, muy bien a mis jugadores, lo que al final me ayudaba, en el día a día, a entender cuándo un jugador está bien o cuándo no lo está. Cuando llegué a Elda yo llevaba un año sin entrenar absolutamente a nadie y, de repente, me llaman en septiembre porque querían que entrenara, ¡y a un junior femenino! Me sorprendió muchísimo que pensaran en mí, dado que, siendo Elda un club que, a nivel provincial, en teoría, es superior a un Sax, se fijen en mí, en mi trabajo, pues me alegró, pero a la vez sentía que era una responsabilidad muy grande.

Porque, ¿tenías contacto con gente del Club?

Bueno, gente que me conociera, estaba Miguel Ángel [Martínez], que es el único que me había visto trabajar; con Cristina [Navarro] nos habíamos enfrentado muchas veces en los últimos años, y se llegó a un nivel de rivalidad con el equipo de Cristina muy fuerte, pero solo en la pista, fuera de ella, había una relación agradable, de cordialidad, siempre hemos sabido separar lo que ocurría durante un partido de todo lo demás. Y volviendo al tema, mi adaptación durante el primer año fue un muro muy grande porque la relación tú a tú de la jugadora y el entrenador es bastante diferente, y me supuso un escalón el hecho de no conocer a las jugadoras más allá de los ratos de entrenamientos y partidos, entonces se me escapaban muchos detalles y notaba cosas que no conseguía dominar y no sabía por qué ocurrían. Más adelante, al final de la temporada y después de muchas reuniones con varias jugadoras, me di cuenta de que dentro del equipo en realidad había dos grupos, y esa situación fue la que me hizo decidirme para continuar una temporada más, pensando que ya sé de qué pie cojea cada una y ahora es cuando puedo intentar encauzar mi trabajo hacia el objetivo de mejorar los resultados deportivos que estaba teniendo el junior. Y eso que, dentro de lo que cabe, no nos fue tan mal, quedamos campeonas invictas en la primera fase y en la segunda fase, de diez partidos, diez derrotas, pero es cuando me planteo que eso era mejorable, y entonces, mantenemos el núcleo más fuerte del primer año y reforzamos con tres jugadoras más, pero resulta que el segundo año fue muy diferente: pasamos de tener doce fichas a tener fijas unas seis, o siete, además, antes de empezar la primera fase se nos lesiona una jugadora de las que, en teoría, iba a ser clave, que fue Bárbara [Picó], así que nos tocó remar mucho más, las jugadoras trabajaron como no está escrito, pero no podíamos más que entrenar en un tres contra tres y cuando llegábamos al partido en cinco contra cinco, era todo muy complicado.

Por otra parte, entrenar a la vez senior y junior, ¿cuál era el problema? Que muchas veces algunas cosas que tenía que decir a las jugadoras las solapaba porque terminaba el entrenamiento de las junior y comenzaba el de las senior, y el hecho es que, al final de un entrenamiento, teniendo a la gente cargada física y mentalmente, no es el mejor momento para dirigirse a un jugador para aclarar algo, igual que al final de un partido. Y la temporada, al final, fue medianamente bien, pero solo al final, porque la primera fase con el senior, entre lesiones, división en sub-grupos (las jugadoras no se conocían entre ellas), sin haber hecho una pretemporada en condiciones, lo pagamos muy caro con lesiones, operaciones de por medio y de larga duración, por lo que entramos en el círculo de fichar jugadoras que, fisicamente no están en la forma óptima y se lesionaban… En la segunda fase del senior, la verdad es que los equipos tenían un nivel bastante inferior que en la primera, pero nos fue bastante bien, hasta que en los cuartos de final nos enfrentamos en un cruce maldito con Bocairente, que es un equipo que perfectamente podría estar en Autonómico, y que perdió la final, o sea, que no nos eliminó un equipo cualquiera.

Una temporada demasiado larga: llevar dos equipos y sin tiempo de descanso, porque yo estaba en el pabellón a las siete y media y no salía de allí hasta las once y media, y mentalmente fue muy duro. Lo que ocurrió es que, al final, un problema del junior era un problema del senior, por ejemplo en el tema de los refuerzos, el cadete no podía reforzar todo lo bien que podía al junior, porque no entrenábamos de seguido, sino que el cadete terminaba a las seis y media y hasta las ocho yo no empezaba, por lo que mantener a las niñas allí una hora y media sin hacer nada les cuesta entenderlo a las jugadoras, y más incluso a los padres. Antes, llegaba el papá y te obligaba a estar en pista si el entrenador lo requería y te decía: “si el entrenador quiere que vayas al partido, vas al partido aunque luego nu juegues ni un minuto”. Ahora sucede todo lo contrario y te dicen: “si mi niña va a jugar está disponible, pero si se va a sentar en el banco los cuarenta minutos no se va a hacer un desplazamiento de 100 kilómetros”.

¿Cuánto tardaste en decidirte a venir a entrenar a Elda?

Mi primera reacción fue decir que no. Venir de un senior masculino a un junior femenino para mí suponía un reto muy grande, independientemente de que hace varios años entrené equipos femeninos en Sax. Y luego estaba el tema del no conocer, hoy por hoy esto ya lo tengo superado, pero me costó mucho cuando llegué a Elda. Tardé en decidirme una semana y media, vine a ver tres o cuatro entrenamientos antes de decir que sí.

Luego, otro error que cometí fue querer copiar la manera de trabajar de un senior masculino en un junior femenino, y hasta que, mentalmente, cambié el chip, me costó unos tres meses de trabajo, y al final comprendes que cada grupo es un mundo y cada uno tiene unas necesidades.

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¿A qué edad descubriste el baloncesto?

Empecé a jugar federado con unos 13 años. Comenzó cuando me rompí la tibia, empecé a jugar a lo que jugaban todos: a fútbol; pero llegó un momento en el que yo no entraba fuerte, jugaba atrás…, le cogí un poco de miedo después de la lesión y estuve una temporada probando otras cosas: tenis, voleibol, y, poco a poco, empiezas a preguntarte si podrías servir para jugar a baloncesto y decidí probar un año, y con 13 años, más o menos, empecé a jugar con Pablo Rico, Abellán, Javi Sopas… los que al final fuimos los amigos, y hasta ahora.

¿Es, quizá, la época que recuerdas con más cariño como jugador?

He tenido la gran suerte de tener muy buenas experiencias y caer en grupos de gente en los que el baloncesto ha sido solo un medio, y en realidad lo que menos recuerdo es el partido aquel en el que no entró la canasta final. Para mí fue lo más bonito a nivel de comienzo: ver cosas nuevas, arrancar de cero y poco a poco ser una de las piezas importantes dentro de un club, ya no a nivel “el que la mete”, sino como grupo, porque hubo un momento en el que los chiquillos junior les ganaban a los senior, y uno se cree que es lo más, y con el paso de los años te das cuenta de que estás en el equipo del pueblo compitiendo en la última categoría.

Más tarde, con 22 años me surge una oportunidad de irme a Pinoso. Mi novia, Asun, que ahora es mi mujer, entrenaba allí porque en Sax no salió equipo y le ofrecieron ir, entonces, como tenía que ir a llevarla, pues ya que estaba me quedaba a entrenar y al año siguiente me dijeron que fuera a probar. Y probé. Durante la pretemporada tuve un periodo complicado de adaptación en el que pasé de ser uno de los referentes dentro del equipo a ser al que superaban todos, sumando que en junio tuve la mala suerte de pillarme un dedo trabajando, me quedo con media falange menos de la mano de tiro, todo el verano sin entrenar y en septiembre tener que enseñarme casi de nuevo a tirar. Pero tenía claro que yo quería jugar en ese equipo, así que di un cambio brutal físicamente: de 75 kilos que pesaba me puse en 85 a base de gimnasio y acepté mi rol de no ser un referente, porque allí había jugadores de una calidad inmensa, sobre todo los dos primeros años, y al final me convertí en una pieza importante dentro del equipo.

Nunca había pensado en salir fuera de Sax a jugar, por ejemplo, venía a Elda y veía a Álvaro Agulló, Rafa Silvestre, Rafa Callado, [Daniel Gutiérrez ] Guti, Carlos Aravid, [David] Sirera…, las tres o cuatro generaciones buenas que yo tengo más cercanas, y pensaba: “ojalá algún día pueda yo entrenar con ellos”; ya no jugar, sino entrenar, y una vez conseguimos el ascenso a 1ª Autonómica, que vinieron “los cinco magníficos de Elda”, fue la “releche”, porque los jugadores con los que habías soñado estar, ahora eran compañeros de vestuario con los que conseguí ascenso tras ascenso, y jugando la fase de ascenso a liga EBA. Y aún así, yo me sentía como si fuera el “sparring” de los buenos, porque era alucinante verlos, y también los que eran de Pinoso, las dos parejas de hermanos, Paco “el ruso”… una maravilla, un espectáculo.

¿Ha habido algún momento realmente malo en el que hayas llegado a plantearte dejar el baloncesto para siempre?

Como entrenador a final de la temporada pasada, porque depende de cómo nos tomemos las cosas cada uno, yo me lo tomo como un trabajo, es una fuente de ingresos, ayuda en casa, y cuando me ofrecieron entrenar a los dos equipos hablé con mi mujer y me dice que para adelante. Y llegó un momento en el que cuando tú estás dando lo que sabes y no llega al jugador, jugadora en este caso, y hablas con entrenadores, con gente entendida y te das cuenta de que tu mensaje sigue sin llegar, te planteas todos los días qué estás haciendo, si tu trabajo no es el correcto, y decides que ésa va a ser la última temporada. Esto, para mí, supone también una motivación, el pensar que ésta va a ser mi última temporada hace que quiera darlo todo y trabajo muchas veces desde ese planteamiento.

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¿Crees que esta implicación, esta meticulosidad en lo que haces es una virtud que escasea?

Todos los entrenadores nos creemos que somos el mejor, pero cuando te juntas con, como digo yo, más enfermos, que llevamos el pequeño detalle al extremo, cuando hacen un clínic en julio, en plenas vacaciones, y hay 150 personas allí que siguen formándose día tras día y están al mismo nivel que tú, te das cuenta de que escasea en algunos ámbitos, pero ves que todos tus rivales en realidad están yendo a los mismos sitios que tú y piensas: “menos mal que he venido y no soy el único loco de esto”. Y ves realmente la exigencia continua que tiene este deporte, que cada año te pide un poquito más, y como un año bajes el listón el equipo cae en picado. Tengamos presente que, en el caso del senior femenino, estamos compitiendo en la última categoría, y el rendimiento que se está intentando sacar a las jugadoras es brutal, jugadoras que estudian o trabajan durante 9 horas y que vienen a entrenar, saliendo a las once y media de la noche del pabellón, y el fin de semana queremos que ganen, y si no ganan, que estén orgullosas. Esto, a veces, es muy complicado.

Es normal que cuando las cosas no salen bien en los entrenamientos o en los partidos te sientas verdaderamente jodido, además, este año, en algunas de tus crónicas has sido duro contigo mismo en ciertos comentarios que escribías.

Es que, para mí, si el equipo pierde, en el 80 o 90% de los casos, si los equipos están muy igualados, si el entrenador falla en la pauta, las jugadoras, al final, están haciendo lo que el entrenador dice, por lo que el responsable sigue siendo el entrenador. Otra cosa es que la jugadora descanse más o descanse menos, se tome las cosas más en serio o menos, pero vuelvo a lo mismo, si tú tienes convencido a un grupo de trabajo de que tiene que hacer unas cosas, si le llegas, al final el grupo te hace caso. Una de las cosas más duras del primer año fue en un partido en el pabellón azul, que me descalifican cuando íbamos perdiendo de 20, y sin mí en el banquillo, ha sido el cuarto y medio que mejor he visto jugar a mi equipo. A mí eso, como entrenador, es lo que más me duele, pero porque yo no he podido en año y medio que mis jugadoras, bajo mis órdenes, lleguen a dar ese nivel de rendimiento. Y te planteas cómo tienes que trabajar para llegar a la gente y conseguir sacar, con tu esfuerzo, ese mismo rendimiento. Es para mí una de las cosas más duras: saber lo que pueden dar de sí y que conmigo en el banquillo no lo hagan.

¿Y cuánto te suele durar el cabreo?

Hay magnitudes de cabreo.

Bueno, pero tiene que haber un momento en el que pienses que es hora de pasar página y centrarse en el futuro.

El cabreo puede durar meses, incluso. Como te he dicho, temporada y media después, todavía me acuerdo del partido en el pabellón Azul, pero te enseñas a convivir con esas cosas. Si tú estás trabajando una pauta o intentando pulir un detalle durante dos meses, y en un partido ves que no sale, si vas ganando te da un poco igual, pero si vas perdiendo, el mosqueo dura semanas, porque piensas que no conectas con el equipo, y hasta que no has perdido, no se han dado cuenta tus jugadoras de que tu mensaje es el correcto. Pero intento que, cuando me siento los lunes a preparar los entrenamientos, sea el momento que me sirva de desconexión, concentrándome en la preparación de la siguiente semana. Ahí procuro que el cabreo del domingo se me cure, de cara a las jugadoras, y de cara a casa, que también lo sufren.

Hablando un poco de tu mujer, ¿cuál es su posición? ¿Cómo vive ella que estés entrenando en Elda?

Ella, hasta que fuimos padres, era mi delegada de equipo. También es cierto que es de las personas que mejor me conocen y saben cuándo estoy cabreado, cuándo se me puede decir una cosa y cuándo no, pero esto tiene su parte buena y su parte mala: la parte buena es que, por ejemplo, en un partido complicado es capaz de, en un momento clave, decirme: “siéntate y cállate” o te da un pequeño empujón. En contrapartida, el problema te lo llevas a casa, cuando las cosas no han salido, sea de quien sea la culpa, no te puedes desahogar explicándole porque ya lo ha vivido y es una situación compleja. Actualmente, a mí me da libertad para hacer lo que yo crea más conveniente, siempre y cuando la casa y el tiempo con ella y con la niña no se vean afectados. Al final, lo que haces es que fuera de temporada intentas aprovechas al máximo, como hemos hecho este año, que hemos estado aquí una semana de vacaciones, y ha sido como cuando éramos ricos y veníamos un mes: nada de teléfonos, ni baloncesto, solo la familia.

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¿Eres capaz de desconectar totalmente cuando no hay competición?

Como te he dicho, estamos enfermos, y no sé desconectar del todo, menos aún cuando tienes un proyecto entre manos, siempre pensando en el pequeño detalle, en el jugador que te puede hacer falta, en qué puedo hacer para que cierta jugadora rinda más…, pero este año, después de mucho tiempo, he conseguido olvidarme, no solo del baloncesto, sino del mundo, y disfrutar de la familia, que también nos hacía falta.

¿Te gustaría que tu hija siguiera tus pasos?

Me hace gracia la pregunta porque me la han hecho como un millón de veces. El padre y la madre coincidimos al 100%: queremos que haga lo que ella quiera. En casa vemos el baloncesto justo por la tele, y como no hacen mucho, vemos poco. Y lo que queremos es que ella descubra las cosas. Lo que ella ve en casa es que su padre pasa muchas horas preparando entrenamientos, que tiene una pizarra en la que ella dibuja, que ella quiere ir a entrenar, con cuatro años, pero pensamos que es una edad demasiado temprana para empezar con el baloncesto. Claro que me gustaría, sería tonto decir que no, porque sería una excusa más para seguir viendo baloncesto y para seguir involucrado en ese mundo, pero no vamos a imponerle nada. Si ella quiere jugar, va a tener muchas facilidades para hacerlo por nuestra parte.

Al principio de la entrevista has dicho, un poco de pasada, que cuando te enfrentabas a Elda, le tenías respeto porque era un club importante, ¿es esa la percepción que se tiene del C.B. Elda desde fuera?

A lo mejor hoy esa percepción ha cambiado un poquito, no por el juego, sino por la categoría en la que juegan los equipos. Acuérdate cuando el senior femenino competía en Nacional, que es como la 2ªB del fútbol, y era un equipo que bien podía estar entre los 5 mejores de la Comunidad Valenciana, ahí el Club Baloncesto Elda era un club importantísimo, y en masculino ha tenido dos o tres generaciones de Autonómico, Nacional y casi llegando a EBA. A nivel de equipos, había mucho respeto, saliendo de la capital y Calpe, en la provincia de Alicante, Elda era lo siguiente, no había nada mejor, sobre todo en femenino. En lo que me he fijado es que varias de las jugadoras siguen sin entender ese estatus que ha llegado a tener el C.B. Elda y que esa ambición de volver a estar ahí se tiene un poco olvidada.

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¿Hay otros deportes en tu vida?

Me gusta el deporte en general, pero el voley playa tiene una cosa muy bonita y es que, en definitiva, en los demás deportes colectivos, si no tienes un cierto nivel, el compañero a veces no te la pasa, y en voley, si juegas, tienes que ser más compañero si cabe para poder jugar. Y sin ser un deporte de contacto, es muy agresivo, tiene muchos movimientos similares a los del baloncesto en desplazamientos, saltos, versatilidad de jugadores…

Esta pregunta me gusta porque Pablo Laso, en una entrevista, dijo: “si dejas de decirle algo a un jugador entonces ya no estás siendo entrenador”. ¿Te has mordido alguna vez la lengua y después te has arrepentido? Porque normalmente sucede al revés.

Hay momentos de partidos en los que, quien quiera jugar a la play, que se la compre, que se compre un juego de baloncesto y que juegue. Soy de los que piensa que, al jugador, hay que marcarle unas pautas pero cuando se tiene calidad, no es necesario que el entrenador esté continuamente diciéndole lo que tiene que hacer, porque lo que haces es reducirle su sensibilidad y su juego real. Porque en la pizarra sale todo muy bonito, te clavan un bloqueo, sales, recibes y tiras, pero no todos los jugadores son capaces de hacer ese juego, o de salir de un bloqueo y penetrar, sino que prefieren dar un paso atrás y lanzar, entonces, ¿por qué darse una y otra vez contra esa pared? Si le está sacando rendimiento a otra acción, aunque no forme parte del sistema. Otra cosa es que no se obtenga beneficio de su acción, entonces si que me pongo como un loco. El problema es que, y en el femenino me pasa mucho, me he tenido que morder la lengua y me he arrepentido después. También es cierto que las formas que tengo de expresarme en algunas situaciones, en el baloncesto femenino no se tolerarían, como coger a un jugador de la pechera y zarandearlo un poco (ríe), que a algunos jugadores les viene muy bien, y estoy seguro de que a algunas jugadoras también, pero no se hace.

Dime una canción que no te canses de escuchar.

Hay varias, pero una que marcó una época de mi vida es Turnedo, de Iván Ferreiro.

Estamos ya acabando, ¿hay algo más que quieras decir?

Pues mi paso por los dos clubes anteriores: el club de mi casa, el que me formó, el Club Baloncesto Sax, donde empecé y el club que me hizo jugador, el Club Baloncesto El Pinós. Es curioso como un pueblo te puede abrir los brazos como jugador siendo de fuera como me han considerado y me siguen considerando de Pinoso vaya cuando vaya, siempre está el padre del jugador del alevín, que ahora es senior, que viene y te pregunta y te da las gracias. En total, como jugador estuve en Pinoso cuatro temporadas y media, entre ellas dos ascensos, a 2ª y 1ª Autonómica, a Nacional y la fase de ascenso a liga EBA. Y luego el Club Baloncesto Elda, que te exige más trabajo y mejor cada día que pasa.

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Como última pregunta: ¿cuál es, para ti, el secreto del baloncesto y por qué apasiona?

Secreto, para mí, no hay. Quizá sea una pista pequeña, niños de 10 años en una canasta de mini y darles un balón. Ese podría ser el secreto, ver a cualquier niño, que pueda meter el balón por el aro, y cómo, si le das tres indicaciones, ese niño, después de tirar cinco veces en la que casi la mete, a la sexta la mete. Esa cara de ilusión que se les pone, para mí es el secreto. Porque sí, vale, ¿a quién no le gustaría vivir de esto? Pero lo verdaderamente ilusionante es ver que la gente progrese, y sobre todo, en edades tempranas, que evolucionan de manera alucinante.

En cuanto a por qué apasiona, en mi opinión, es porque cuando te crees que lo sabes todo, día tras día sigues aprendiendo algo nuevo que implica que tengas que seguir esforzándote para mejorar. Porque, no nos engañemos, siempre hay alguien mejor que tú, y es lo verdaderamente apasionante: no hay límite. Tú estás en el punto A y quieres llegar hasta el B, y te esfuerzas para llegar a B, y cuando estás en B, descubres que también está el punto C, y el D, y el siguiente punto en mi carrera está a final de temporada, en el acceso al Curso de Entrenador Superior 2016.

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Entrevista: Néstor Codina
Fotografía: Néstor Codina

Nota final: Elige a nuestro próximo protagonista escribiendo el nombre del candidato al que quieres que entrevistemos en los comentarios de abajo.

Un comentario

  1. Me gustaría que pasaran 3 personas por este tipo de entrevista, dos personas que están como Emilio García y Santiago Bellod y otra que ha estado varios años como Antonio Aravid, todos y cada uno de ellos para que valoren pasado, presente y futuro.

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